Crónica: Alas de mariposa; eso parecía tener Isabel

cronicasmujeresEs el título de la segunda crónica que publicamos en este sitio y que conforma el proyecto de Crónicas de Mujeres: Encontrar valor para continuar viviendo, una serie de 7 crónicas sobre violencias contra las mujeres.

Anamaria Bedoya Builes, Betty Cárdenas Moreno, Diana Isabel Duque Muñoz, Gilma Montoya Gómez, Nathalia Castro Gómez, Patricia Nieto Nieto y Paula Camila Osorio Lema, fueron las escritoras de historias propias y ajenas, de mujeres que logran hallar un ala de esperanza en medio de las distintas violencias por las que han pasado. 

Esta semana: Alas de mariposa; eso parecía tener Isabel


 Alas de mariposa; eso parecía tener Isabel

Por: Betty Cárdenas Moreno

Ella; Isabel Cristina Restrepo Cárdenas, Isa para sus amigos, Tita para su familia salió de la casa la noche del sábado 14 de junio de 2008, con su jefa Paola Gil, de Sinergia Creativa, empresa que manejaba una campaña promocional de galletas Nesfit de Nestlé y para la cual habían contratado a varias modelos y a Isabel por ser bailarina clásica de estilizada figura. Durante el día, cumpliendo con este trabajo temporal, Isabel estuvo en Carrefour de El Poblado y ya en la noche, en el carro contratado por Sinergia para llevar a las modelos a sus casas, Paola Gil le propuso a Tita que le diera un recorrido por la Medellín de noche por el cual le pagaría sesenta mil pesos, propuesta que no muy contenta aceptó, a pesar del cansancio.

-Mami, si no fuera por la plata que me va a pagar Paola, yo no saldría. ¡Estoy tan cansada!- me dijo.

Y es que las necesidades económicas, tenían en mala situación a nuestra pequeña familia conformada por ella, su hermanita menor Laura y yo. Hacía seis meses que el padre de mis hijas había dejado de pasar la cuota alimentaria y mis ingresos como profesora de pintura sólo alcanzaban a cubrir los gastos de alimentación y servicios públicos. Ya para esa época teníamos una deuda acumulada por concepto de arrendamiento y pensión del colegio de Laurita que juntas sumaban más de cuatro millones de pesos y para rematar, los costos de la carrera que Tita había elegido estudiar; arquitectura en la Universidad Pontificia Bolivariana, nos resultaban altos en ese momento más que todo en cuanto a materiales y desplazamientos. Así, por más que Tita estirara su sueldo como profesora de ballet, evitando pagar pasajes, viajando a pié y reciclando materiales para sus maquetas, no lográbamos ponernos al día.

Y fue pensando en los sesenta mil pesos prometidos por Paola como pago al recorrido por Medellín, que, haciendo a un lado el cansancio, se metió al baño dejando sobre el mueble el vestuario de Nesfit; ese enterizo verde y blanco adornado con lentejuelas que portó durante el día. Salió de la ducha y se sentó en el borde de mi cama pues precisamente ese día me encontraba tan indispuesta, que las náuseas, el escalofrío y el dolor de cabeza me habían impedido levantarme.

-¿En serio mami, estarás bien? Si querés no voy. Además no tengo ni cinco de ganas-

Pero como siempre cuando alguna de nosotras empeñaba su palabra, había que cumplirla. Tita tomó prestada la ropa de su hermanita: bluejean y camiseta fucsia y sobre ésta la chompa gris descolorida y para completar; unos tenis. Peinó su entonces corto y rojo cabello y pintó sus labios.

-¿Cómo quedé?- Me preguntó en improvisado desfile.

-¡Divina, mi amor, divina!- respondíilustra2

Y en verdad era bella. La blanca piel de porcelana, sus delicadas manos y sus pies acostumbrados a volar en un escenario calzando rosadas zapatillas de punta, no opacaban el brillo de sus ojos ni su risa de cascabel.

No quería salir pero el reloj avanzaba.

-¿Querés algo? ¿Te preparo una coladita?- me preguntó

-Gracias mi amor. Vale-

Tita fue a la cocina y volvió luego con una grumosa colada de Maicena con galletas Saltinas.

-¿Algo más?-

-Sí muñeca. Tengo como antojo de Cocacola-

-¿Cocacola? ¡jajaja! ¿En serio mami? Ya te la voy a comprar-

Y es que yo no consumía gaseosas y menos Cocacola. Al parecer esa noche nada sería normal.

Fue a la tienda con su hermanita y regresó con la gaseosa.

-Mami, ya llegó Paola, me tengo que ir-

Nos besamos y abrazamos, amorosas como siempre. Y como de costumbre repetí:

-Me estás llamando, ¿Tenés minutos? Portate bien mi amor y cuídate mucho-

Y como siempre Tita respondió:

-Sí mami… sí-

-Hijita; vení temprano… ¿Sí? Que te traigan temprano. Mirá que yo no me duermo hasta que llegués y hoy pasé muy mal día-

-Dormite tranquila mami que yo voy a estar bien. Te amo-

No fui capaz de levantarme a acompañarla hasta la puerta y despedirla desde el balcón como acostumbraba y me quedé acostada.

 

Paola pasó a recogerla a eso de las 8:00 p.m. y nunca la llevó de vuelta.

Cuentan los compañeros de Tita; que luego de recorrer varios sitios Paola se aburrió y pasada la media noche se fue, por lo cual ellos me llevarían a Tita a la casa. Ya el compromiso de mostrarle a Paola la Medellín de noche había concluido por parte de Tita pero ella debía esperar a que sus amigos decidieran cuándo llevarla a la casa. Estaban en Los Saldarriaga; un bar que estaba situado en el parque principal del exclusivo barrio El Poblado, cuando un joven que no era del grupo habitual de amigos, la llamó desde la puerta e Isabel fue a saludarlo y ya no se supo nada mas de ella… simplemente desapareció.

A las doce de la noche miré el reloj calculando que ya pronto mi hija estaría de regreso. Iba a llamarla, pero me detuve. No quise molestarla y exponerla a burlas de sus amigos que seguramente le dirían: -Tu mamá sí que es intensa-

Mejor esperar.

Un inmenso sopor me envolvió y sólo recuerdo que desperté sobresaltada a las 2 en punto de la madrugada del 15 de junio. Mi hija no había regresado.

-Ahora sí le voy a marcar-  me dije tomando el teléfono. Marqué su número y no obtuve respuesta.

-Ah, eso es que ya viene en camino y no quiere que me cueste la llamada- me tranquilicé.

Diez minutos pasaron y nada que llegaba. Nuevamente marqué sin respuesta. Y así cada diez minutos mientras la angustia crecía.

A las tres de la madrugada, sonó el celular y la pantallita anunció llamada de Tita.

-Hola hija… ¿Qué son estas horas?- Dije con tono de reproche.

Una extraña voz femenina me preguntó.

-¿Usted es la mamá de Isabel Cristina Restrepo?-

-Sí claro. ¿Qué pasó? ¿Con quién hablo?-

-Es para informarle que su hija está golpeada, pero está bien. Vamos con ella en una patrulla a la Clínica Las Vegas, para que vaya allá-

Temblorosa, me dirigí al cuarto de Laurita para contarle lo sucedido y decirle que me esperara tranquila. Apresuradamente me vestí y llamé un taxi que me llevó a la clínica donde me esperaban dos de los amigos de mi niña.

Estaba yo allí, en medio de la fría madrugada, sin certeza de cómo estaría mi hija, con la mirada fija en la puerta de entrada y sin saber qué pensar, cuando sentí que alguien tomó mi brazo. Era una mujer que con atropellada voz me dijo:

-Yo soy la mamá del “niño” que estaba con su niña cuando los atracaron. No vaya a pensar mal de mi niño que él es muy bueno y no tiene la culpa. Él es muy buen hijo y hasta trabaja con nosotros y mire que él también salió herido-

Sin comprender muy bien la razón de ese comentario, ignoré esa presencia y casi de un salto llegué hasta el guardia que con un gesto me invitaba a pasar. Caminé por el pasillo y allí encontré a Tita después de tantas horas sin verla; sobre una camilla, desnudo su cuerpo bajo la sábana, blanca su cara y asustada mirada, quien me dirigió las que serían sus últimas palabras para mí:

-Mamita no te preocupés, no me alcanzaron a violar, quedate tranquila-

La besé con cuidado para no lastimarla pues casi ni se podía mover. Fueron cuatro puñaladas; una en el pecho, otra en el costado derecho, una más en el muslo izquierdo y la más pequeña en su mano derecha. Todo esto hacía pensar en lucha, en defensa.

Los médicos me sacaron de allí pues ¡por fin! luego de más de una hora de haber sido llevada a la clínica, la iban a tratar, luego eso sí, de haber asegurado el compromiso de pago por parte del padre de Tita que ya había llegado en compañía de su esposa médica, quien pidió estar presente en la cirugía al ser amiga de los médicos tratantes.

Las horas fueron eternas, terribles, eternamente terribles en la sala de espera de la fría clínica, que se fue llenando con la presencia silenciosa de familiares y amigos. Su hermanita también estaba, alguien, ya no recuerdo quién, la llevó a la clínica.

Según se ve en el registro clínico, varios médicos estuvieron tratando a Tita en tanto llegaba la hora de la cirugía, que empezó tarde pues no había especialista en ese momento. Horas después un médico de inexpresiva mirada preguntó por los familiares de Isabel Cristina Restrepo. Me paré frente a él y me dijo el sobado y conocido cliché:

-Lo siento; hicimos todo lo posible-

No hubo gritos, no hubo lágrimas. De la mano de Laurita me dirigí a donde la enfermera nos indicaba. Sin tener noción del tiempo estuvimos las dos, Laurita y yo, solas con el frío cadáver de aquella que antes nos irradiaba su calor. Le hablamos recordándole nuestro amor, la besamos y la abrazamos y siguiendo las indicaciones de la enfermera; desconectamos la máquina que hacía “respirar” a Tita.

De horas no tengo certeza. Solo ahora, al revisar la historia clínica veo que quedó registrada como hora del fallecimiento las 9:30 de esa mañana del 15 de junio de 2008.

Recabando información supe que mi bailarina herida, corrió clamando por ayuda al Edificio Astorga y una pareja de novios que se encontraba en el parque fue a su lado. El portero del edificio pidió un taxi, pero los conductores priorizaron la limpieza de su cojinería y alguno pasó gritando; -¡Es una loca borracha!- en medio de estruendosas carcajadas. La ambulancia solicitada por el portero tampoco llegó y la policía lo hizo luego de media hora a pesar de encontrarse a pocas cuadras.

En todo ese tiempo Tita permaneció sentada en la acera, viendo sin entender cómo escapaba a chorros la sangre de su pequeño cuerpo y sólo atinaba a decir:

-¡Uy! ¡Cómo sale!- también pedía: -Mis gafas… mis gafas- perdidas en medio de la agresión, me contó el portero.

En el edificio nadie se mostró interesado por los llamados de auxilio y el portero no se atrevió a perturbar el sueño de sus patrones por miedo a que lo despidieran. De la pareja que acompañó a Tita hasta la clínica en la patrulla de policía, la chica, esta niña que tomó el celular de Tita para llamarme, coincidencialmente lleva por nombre el mismo de mi hija.

El cuerpo sin vida de mi preciosa hija, como frío mármol y textura seca de cadáver, me fué “prestado” en la funeraria. No quise permitir que la maquillaran como payaso, además; es mi hija y mis hijas son lo mejor de mi vida. Vestí a mi niña con su uniforme de ballet: mallas y trusa negra, la falda fucsia de chifón que tiempo atrás le confeccioné y zapatillas de punta nuevas, esas que trajo de Cuba y que nunca estrenó. Dí falsa vida a su hermoso rostro con el maquillaje que difícilmente se deslizó por su piel, pinté sus labios de rojo encendido haciendo juego con su pelo de rockera. Quedó tan hermosa que parecía dormir, simplemente dormir… Traté de acomodar sus manos, pero ¡qué va! Por la herida recibida se despidió de este mundo haciendo ese gesto que no se cómo se llama pero que todos hacemos cuando mandamos a la porra a alguien. 

Rock, guitarras, poemas, amigos y familia, vestidos todos de color acompañaron el cadáver de mi Tita.

La versión de que había sido un robo, además de lo que Tita me dijo, (-Mamita no te preocupés, no me alcanzaron a violar, quedate tranquila-) no se ciñe con la evidencia, pues sus pertenencias me fueron entregadas; celular, billetera, dinero, USB, todo a excepción de las gafas.

Del desconocido que fue por ella al bar, nada se sabe. Nunca expresó condolencias, ni explicó lo sucedido y la única referencia que de él se tiene es lo que dijo en la clínica la mujer que manifestó ser su madre.

La administración municipal y la Policía Nacional ofrecieron veinte millones de pesos por información que llevara a la captura de los responsables y veinte días más tarde la Brigada antihomicidios capturó al asesino llamado Ever Jhony Vásquez Arboleda en la carrera 43 con calle 84 del barrio Manrique a quien se condenó a purgar una pena de 36 años, reducida a 18 añitos por acogerse a sentencia anticipada.

El asesinato de Isabel Cristina puso el dedo en la llaga al descubrir que una niña con sus características: buena, estudiosa, trabajadora, talentosa y con un promisorio futuro pudiera sucumbir ante la violencia machista que en nuestra sociedad muchos justifican cuando dicen: “se lo merecían”. Se dice que matan a las mujeres por  prostitutas, por brinconas, por pertenecer a combos y por muchas razones inventadas que no tienen conexión con que las asesinan simplemente por su condición de mujeres.

En memoria de Isabel Cristina Restrepo Cárdenas creé junto con amigos de mi hija; la Corporación artística y cultural Alas de mariposa en la que con obras de arte en espacio público buscamos sensibilizar a la comunidad, visibilizando la problemática escondida del feminicidio en Medellín, ciudad que presenta el más alto índice de violencia de género en Colombia.

Con estos amigos y artistas, valientes como Isabel, ayudamos con nuestras expresiones, trabajo, arte, manifestaciones y testimonios a otras víctimas para que se atrevan a protestar, a encontrar fuerzas para continuar viviendo y a trabajar por un mundo mejor, resaltando el valor del respeto a la diferencia, el amor a la vida; reivindicando la memoria de las víctimas y recalcando que con apropiación del espacio público y sentido de pertenencia se puede incrementar la seguridad ciudadana, sintiéndose partícipes de la construcción de un mundo en paz donde la solidaridad venza la cobardía de quien se siente invulnerable.

Betty Cardenas Moreno 

Artista Plástica del Instituto de Bellas Artes.  Actualmente dirige la Corporación Artística y Cultural Alas de Mariposa.  

Mis pinturas son simplemente el testimonio de una vida vivida…. Pinto entonces lo que vivo, con mi vida de mujer, de mujer “dadora” de vida.  Como defensa pero esta vez, no de la integridad de la vida de las mujeres (representadas en la fragilidad de la bailarina), surge una instalación a la que llamé “Escudo de tutú para valientes hombres” en la cual, un vestido de tutú, adornado con rojas flores que brotan de el, simboliza, el cuerpo de mi hija, mi cuerpo y el cuerpo de tantas mujeres violentadas de mil maneras por la fuerza brutal del hombre que solapadamente se apropia de el, como defensa o trofeo.

Crónicas de Mujeres Encontrar valor para continuar viviendo

Una producción de la Corporación Vamos Mujer

Coordinación General: Sandra Valoyes Villa

Revisión de Textos: Patricia Nieto Nieto

Ilustraciones: Lina Rada Betancur

Apoya: Cordaid

 

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